Todos tenemos una idea de lo que es ser exitoso en el trabajo y en los negocios. Para mí, era la idea de que llegaría donde yo quisiera si me dedicaba en corazón y alma a ello.
Eso era sinónimo de trabajar sin parar, sin excusas y sin excepción. En mi familia siempre ha sido así, he crecido entre negocios que han perdurado en el tiempo gracias al trabajo duro y la constancia de mis abuelos, padres y tíos. Era la forma en la que les había visto trabajar, para mi, la única forma para llegar a triunfar.
Esa mentalidad, esa forma de trabajar me llevó en tan solo dos años a pasar de ser ingeniero de prácticas en una fábrica a ser el Director Técnico, dirigiendo 8 departamentos y más de 30 personas.
Fue entonces, cuando me di cuenta, que el trabajo duro y la constancia no son suficientes cuando tu responsabilidad supera cierto nivel. El día tiene 24 horas para todos y la energía no es infinita.
Fueron meses, muchos meses de echarme la responsabilidad a la espalda, tal y como había visto en casa, yo no podía ser menos, vale que no se trataba de un negocio propio, pero así lo sentía, me habían dado la oportunidad y no podía fallarme a mí mismo.
No fue hasta que comencé a ver bajar mi rendimiento, y sentir las consecuencias en mi salud cuando decidí que tenía que poner cartas en el asunto.
En la universidad te enseñan a ser empleado, pero no a ser empresario o líder de equipo. Así que tuve que empezar a formarme y capacitarme como líder, eso me permitió entender las necesidades reales de mi equipo, una mejor manera de trabajar sacando el mayor partido de cada miembro del equipo, alejándome de la operativa y poniendo el foco donde más podía aportar, en la organización y dirección.
Al principio caí en la trampa de creer que yo, como responsable, debía tomar cada una de las decisiones y eso me convertía en un problema y necesitaba una solución.
Descubrí lo que vamos a llamar el Negocio Inteligente, aprendí que el éxito en los negocios requiere que todos los componentes del equipo estén alineados con la visión de la empresa y la importancia de tener a las personas adecuadas en el sitio adecuado orientadas a mí misión.
Si bien cada trabajador es de una forma distinta y es difícil hacer mediciones estandarizadas, el hecho de empezar a medir los datos de rendimiento de mis equipos me dieron una idea de cómo de bien le estaba yendo a la empresa.
Una vez que estos tres factores clave estuvieron en orden, fue mucho más sencillo poder identificar los cuellos de botella que frenaban el crecimiento del negocio.
Estos componentes transformaron la teoría y la práctica en ejecución. La responsabilidad y la disciplina hacen posible el desempeño. Nuestra empresa logró enderezar el rumbo, lo que significó que todos en el equipo se convirtieron en maestro de su rol dentro de los marcos estratégicos y operativos del negocio.
Como soy ingeniero de procesos y ese era mi primer rol, asumí que como director, sería ideal para implementar cambios en el negocio. Me sobraban ideas para poner en marcha.
Entonces, empecé a realizar cambios, ya que “¡Yo puedo hacerlo todo!” Pero a medida que algunas de mis ideas fracasaban, empecé a darme cuenta de lo complicado que es combinar la dirección con la implementación de los cambios.
Sentí que estaba marcando las pautas y que mi equipo me daba la razón independientemente de si estaban de acuerdo o no.
Por lo que decidí que no iba a ser yo quien dictase los siguientes pasos, debía liberar a mi equipo de la presión que supone contradecir a tu jefe, y funcionó, fue cuando empezaron a ser sinceros con sus opiniones y razonamientos. Ya no era un solo cerebro debatiendo entre que hacer para avanzar, era todo un equipo tratando de encontrar la mejor solución.
En un negocio inteligente el primer paso es establecer de forma clara las funciones y responsabilidades de cada miembro del equipo. Teníamos que decidir quien era responsable ante quién, cuáles eran las responsabilidades de cada uno, quien tomaba las decisiones y cómo mediremos el rendimiento dentro de esas responsabilidades. No es una cuestión de acertar con la persona, también hay que acertar con los cargos que se le otorga a cada persona.
Me fui dando cuenta, de que muchas de las responsabilidades que me había otorgado, no me correspondían a mí, si no a otros miembros del equipo más capacitados para ello. Sentía que tenía que estar involucrado en cada decisión.
Una vez solucionamos, y reorganizamos cada una de las responsabilidades me di cuenta que no tenía porqué tomar yo cada una de las decisiones, esa no era mi función, mi función era formar a mi equipo para que se apropiasen del trabajo.
Tras un año y medio de que atravesamos este proceso los resultados se hicieron más que evidentes, esto nos obligó a duplicar la plantilla pues el incremento de productividad nos hizo más competitivos permitiéndonos llegar a más mercados.
Una vez pasada esta transformación, funcionó y de forma rentable sin yo estar tan involucrado. Comencé a tener tiempo libre, mis jornadas laborales ya no terminaban a la hora de la cena.
Fue entonces cuando me dediqué más a mí. Hasta el momento no tenía tiempo para pensar en mí, en mi propósito, estaba tan enfocado en mi nuevo gran reto que ni me había sentado a pensar en lo que realmente quería.
Todos estos cambios me llevaron a pensar en cosas que no había considerado, como mi propósito o cuáles eran mis valores fundamentales.
Descubrí que mi verdadero propósito era, y siempre lo había sido, para las personas. Lo que realmente me importaba era impactar de una forma positiva en las personas para que pudieran diseñar sus vidas. Quería tener un equipo motivado, con ganas de trabajar y con opciones de crecimiento y aprendizaje constante.
Lo que más me gustaba de mi trabajo era estar en condiciones de empoderar a mis empleados para que asumieran roles superiores a los esperados como empleados y como personas.
Fue entonces, cuando decidí expandir mi radio de acción.
Me certifiqué como capacitador en distintos métodos de aceleración de negocios y ahora uso mi pasión por la enseñanza y los negocios para ayudar a empresarios a crear un negocio y vida inteligente.
Capacita a tu equipo y mejora la productividad, aumenta el valor y fomenta el trabajo en equipo para obtener mejores resultados. Siguiendo los pasos adecuados vas a lograr que todos los miembros de tu equipo estén alineados y focalizados en lograr que tu negocio alcance el siguiente nivel.
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